lunes, 29 de octubre de 2007

Gustavo Sierra: una charla sobre el periodismo e inevitablemente, la guerra


El periodismo ya no existe

“El periodismo ya no existe. Es un oficio, una forma de hacer las cosas que va desapareciendo”. Con estas palabras, Gustavo Sierra (51), que se autodefinió como un dinosaurio, inició su conferencia para más de 20 alumnos de la maestría en periodismo de la Universidad de Buenos Aires el viernes 26 de octubre por la mañana en la sede del barrio de Constitución.

Con 30 años de labor y una corresponsalía de guerra en Irak para Clarín, que lo llevó al conocimiento popular, su fuerte postulado se basó en que “el periodismo se ha modificado sustancialmente” desde que Sierra se inició.

“Desde el momento que se iba con una maquina de escribir a cubrir una guerra, se enviaba por telex, a este momento del teléfono satelital, de ultima generación, que me permite enviar una cantidad de información enorme en apenas unos segundos, desde absolutamente cualquier lugar de la tierra y en las peores condiciones, ha pasado este tiempo, estos treinta anos, y ese salto tecnológico; que es el que nos ha modificado totalmente”.

Frente a este cambio, Sierra también vaticina desafíos para las nuevas generaciones de periodistas que tendrán que manejar todas las herramientas, ya que la división entre los que trabajan en gráfica, televisión y radio, ya están desapareciendo.

“La buena noticia, es que esta absolutamente todo por hacerse. Es decir, lo que va a marcar el periodismo en los próximos veinte, treinta años, lo van a marcar ustedes.” Pero no todo es optimismo ya que considera que la concentración de medios en la Argentina atenta contra las posibilidades laborales: “si no trabajamos en dos o tres empresas, trabajás en condiciones muy malas, con salarios bajos”.

También dio aliento: “creo que hay que buscar, empezar a trabajar en proyectos, personales, que te lleven (mas allá de que estés en una organización o no) a investigar, a armar ciertos trabajos, con los cuales vos tengas una relación particular. Pero que te de, por sobre todo, pensando en el contenido; que después vas a volcar en diferentes soportes, formas”.

Luego remarcó lo difícil que es vender proyectos “pero debemos llenar ese camino y evitar la frustración”. Y frente a las nuevas tecnologías opinó que “todavía está todo por explorarse” y que si tuviera capital, lo invertiría en desarrollar un buen canal de televisión por internet. También resaltó que para poder llevar a cabo una buena labor, además de tener formación y oficio, hay que exponerse emocionalmente a las cosas y hay que saber escuchar a la gente, saber estar en su lugar y adaptarse. “Escribí la muerte de mi amigo José Couso (camarógrafo español muerto) en Irak, llorando”.


Inevitable: la guerra

Ante la primera pregunta sobre su trabajo como corresponsal de guerra, Gustavo Sierra se pasó la mano por la cara y se acomodó en la silla. La pregunta no lo sorprende. La esperaba. La mirada retrocede buscando, seleccionando algunas de las historias que tiene para contar. El tono de su voz seguro, casi de sentencia, cambia por un tono más bajo. “Estás en una línea delgada, entre la vida y la muerte”, dice para empezar.
Cuenta entonces que para vivir o sobrevivir lo primero que hay que conseguir es un chofer y un traductor. “Una camioneta de Aman a Bagdad que podías conseguirla en 500 o 600 dólares y la compartías con tres o cuatro, llego a costar 5000 dólares por cabeza, el tipo se jugaba la vida llevándote”, dice para explicar el aumento de los precios. A medida que la guerra avanzaba los precios iban subiendo, porque aumentaba el peligro.

También contó como era un día de trabajo en la guerra del Golfo. El clima con los otros periodistas era de camaradería y solidaridad. Se organizaban de tal modo, que compartían las informaciones que cada uno de ellos tenía. “No existía la exclusiva” dice. Durante el día Sierra salía a la calle a buscar historias, y a la tarde escribía. Por la noche se juntaban todos para charlar sobre lo que había pasado durante el día.

Gustavo Sierra pone el acento en el miedo, como cuando relató la escena que transcurre en un avión en Afganistán: “El avioncito tripulado por un grupo de rusos que son los únicos que conocen ahí sube a diez mil metros de altura, pasa la cordillera y baja inmediatamente así en un desierto, dando vueltas. Y mientras daba vueltas, no sabíamos en manos de quien estaba la base: si estaba en manos de los talibanes, de la alianza del norte o de las fuerzas internacionales. Probablemente de los británicos, de los estadounidenses, no sabíamos. Había un silencio en el avioncito y va bajando y entonces el piloto dice, vemos que habla y dice, hice contacto con la torre y hay británicos”.

En el relato que hace Sierra, las guerras se confunden, no son dos, ni tres, sino una. Será que los horrores de la guerra son los mismos, y la guerra en el Golgo o en Afganistán es lo mismo. El que no es el mismo Gustavo Sierra y se le nota. La experiencia de estar entre la vida y la muerte, lo transformó para siempre.

Escuchá el audio y mirá más fotos de Gustavo Sierra en este video