viernes, 16 de mayo de 2008

Diario de un periodista free-lance

Por Ana Manfrinatto

Los periodistas free-lance somos una realidad cada vez más común en el escenario profesional. El free-lance puede todo y puede nada a su vez. Explico. Las ventajas de trabajar en esa modalidad son muchas. La primera es que uno hace su cronograma y agenda de acuerdo a sus necesidades pudiendo, por ejemplo, darse algunos lujos como manejarse por la ciudad fuera del horario pico, irse al cine un miércoles a la tarde y comprar el regalo del día de las madres el lunes anterior, con calma, por la mañana, en el Once. Otra ventaja es que el free-lance no tiene un jefe al lado diciéndole que hacer y que no hacer. De última el editor le va a decir por teléfono o mail que prefiere otro enfoque a la nota y listo.

¿Parece un lecho de rosas? Pero tampoco lo es, ya que el free-lance tiene muchos jefes a la vez de uno sólo. Y para mantener la buena relación con esos múltiplos jefes se hace necesario un ejercicio diario de networking: son charlas en MSN, sugerencia de pautas por mail, visitas a la redacción y una pausa para un café siempre que la rutina alucinante de las redacciones permitir que su editor te conceda diez minutos de su tiempo.

Otra desventaja más es el sueldo. Es decir, el no sueldo. Claro, porque el profesional que trabaja en esa modalidad no tiene sueldo fijo y tiene que planearse bien para el peor fantasma de la profesión: hay meses y meses. Porque es un hecho que el free-lance recibe muchísimo más por una nota que el periodista que trabaja en blanco en una redacción. Pero también es un hecho que el free-lance no logra hacer la cantidad de notas que hace los que trabajan fijo. O sea, hay que saber manejar la situación para no cerrar en mes en rojo. Aparte eso hay tener paciencia porque cobrar el trabajo realizado es un periplo sin fin.

La ecuación es así: te llaman y te piden tal nota con tal enfoque para el día X. Pero algunos días antes del día X te llaman desesperados porque el cierre está cerca, y hay problemas, y eso y aquello. Vos te apurás, la hacés y la mandás por mail. Pero sólo va a cobrar después del cierre (que en revistas siempre retrasa y es postergado para el día Z), después de hacer los trámites con la gente del financiero y firmar contratos inmensos por una nota de pocas páginas. Firmado el contrato agarráte porque hasta que el dinero aparezca en tu cuenta en el banco tarda un montón. Una buena idea es tener una plantilla Excel en la computadora con los titulares de los trabajos, la fecha en que fue ordenado, la fecha de entrega y un espacio para poner “pagado” o “en abierto”.

Y ya que estamos hablando de la computadora, no se puede olvidar que el free-lance debe tener y mantener una buena oficina en su casa. Los ítems básicos son una buena computadora, Internet banda ancha, fax, impresora, teléfono, si posible un aparato multifuncional con scanner y copiadora etc. ¿Quién mantiene todos ese arsenal? ¡Vos! Porque sin él no podés trabajar.

¿Trabajar ocho horas día o hacer su propio cronograma? ¿Irse al cine un miércoles a la tarde o hacerlo sabado a la noche? ¿Tener su propia oficina o utilizarse del aparato de la empresa? ¿Hacer planes con el sueldo mensual o buscar más dinero sabiendo de las consecuencias? La verdad que es un cliché, pero ser o no ser un periodista free-lance es una cuestión de gusto y necesidad de cada persona porque, como todo, tiene sus ventajas y desventajas.

Diario de un corresponsal (también free-lance)

Por Ana Manfrinatto

En algunos de mis sueños siempre quise ser una corresponsal y mejor todavía si fuera de guerra… siempre me interesó la bibliografía acerca del asunto, sobretodo de José Hamilton Ribeiro, periodista brasilero a quien yo admiro. El perdió una pierna en Vietnam y en ese momento escribía para una de las mejores revistas de Brasil, la extinta Realidade.

Pero en términos prácticos nunca hice nada para serlo y, a pesar de morirme de ganas de anotarme en el curso de Caecopaz, mi vida y carrera siguieron otros rumbos desde que empezé la facultad de periodismo. Me torné una periodista multimedia. No es que a mi me guste el término, pero ejercí diversas actividades dentro de la profesión (trabajé en televisión, revista, Internet, como agente de prensa y con comunicación corporativa), siempre escribiendo.

Un día decidí vivir en Argentina y sin darme cuenta era corresponsal. No de guerra pero aún así corresponsal. Sentí en la piel que lo que era ser un periodista multimedia y me di cuenta de que yo no era una periodista multimedia pero tendría que serlo para sobrevivir como corresponsal free-lance. Claro, porque uno muchas veces está acostumbrado a actuar en su nicho de mercado (revista, sitio, diario, televisión) y especializarse en eso.

Pero cuando sale de su país y está dispuesto a trabajar, se da cuenta de que está lejos, sólo y que tiene que crear su propio nicho en el mercado además de adaptarse a nuevas tecnologías y habilidades. Fue así que un día, en una charla informal en MSN con un ex-jefe, me pidieron que enviase en un plazo de 3 días una nota para el noticiero de un canal de aire de Brasil. Yo que siempre trabajé con un cuaderno, una birome, un grabador y una computadora tuve que asesorarme con amigos y, en tiempo record, redactar, presentar, producir y enviar el material por Internet. Así empezé a trabajar en la televisión y a entender un poquito más acerca de cámaras de video, de programas de edición, de formatos de archivo, de NTSC, PAL y FTP.

Ni hablar de la laptop, ítem esencial en la mochila del que se aventura a hacer periodismo fuera de casa. Sobretodo en mi caso, que escribía desde Argentina para Brasil. La razón es sencilla: además de necesitar mi computadora personal para irme a todos lados tuve que comprarla en Brasil para tener el teclado con todos los acentos en mi idioma. Ya que antes de la laptop tenía un archivo Word en mi escritorio con los acentos y los pegaba un por vez en cada palabra de mis textos. Un suplicio.

La laptop es apenas el primer aparato de muchos que están por venir. Claro, porque zafás sacando fotos para Internet con su camarita de viajes de 3.2 megapixels hasta que una revista te pide fotos, necesitás más resolución y querés comprar una cámara mejor. Así como la cámara de video, ya que a veces el corresponsal hace tantas notas por mes que vale más la pena invertir en ese equipo caro que alquilarla siempre.

Si el free-lance tiene una oficia en su casa el corresponsal free-lance tiene que tener una oficina portátil en la mochila. Mas allá de los equipos tiene que aprender otros oficios como el manejo de cámara, la fotografía, edición etc. para atender a la demanda de esos tiempos que camina con la globalización y la convergencia mediatica. Concordando o no con esa teoría uno tiene que adaptarse al periodismo del siglo XXI, no hay otra.

Diario de un periodista desempleado

Por Ana Manfrinatto

A nadie le gusta estar desempleado. A un periodista tampoco. Pero en esa profesión existe una ventaja: podés hacer trabajos free-lance mientras buscás otro empleo fijo. Además de no quedarte sin dinero no tenés que ponerte la camiseta de "perdedor". Claro, porque en una mesa de bar las cosas son amenizadas cuando decís “estoy haciendo free-lance” y no “estoy desempleado”. Es como que más aceptado socialmente.

Eso si estás en un grupo de periodistas, fotógrafos, publicistas… Porque si vas al casamiento de un amigo que trabaja en el banco muy probablemente la gente no va a entender los que hacés si decís “estoy haciendo free-lance”.

La familia muchas veces no comprende. Para las abuelas, por ejemplo, no es muy comprensible que nieto trabaje haciendo trabajo temporal. Ni tampoco para los padres de periodistas que tienen sus 20, 30 anos es comprensible que el hijo sea free-lance. Ni tampoco que trabaje en negro, como es la realidad masiva de la profesión (por lo menos en Brasil).
La verdad es que las abuelas y padres están en lo cierto cuando no comprenden el porque del pariente periodista que trabaja en una empresa de comunicación y tiene que proveerle una factura fiscal como persona jurídica. Sin derecho a vacaciones remuneradas, aguinaldo y demás beneficios. Quizás el escenario cambie cuando los compañeros de profesión comprendan que son obreros - de la información, pero trabajadores como cualquier otros - y se organicen y vayan por mejores condiciones.