viernes, 16 de mayo de 2008

Diario de un corresponsal (también free-lance)

Por Ana Manfrinatto

En algunos de mis sueños siempre quise ser una corresponsal y mejor todavía si fuera de guerra… siempre me interesó la bibliografía acerca del asunto, sobretodo de José Hamilton Ribeiro, periodista brasilero a quien yo admiro. El perdió una pierna en Vietnam y en ese momento escribía para una de las mejores revistas de Brasil, la extinta Realidade.

Pero en términos prácticos nunca hice nada para serlo y, a pesar de morirme de ganas de anotarme en el curso de Caecopaz, mi vida y carrera siguieron otros rumbos desde que empezé la facultad de periodismo. Me torné una periodista multimedia. No es que a mi me guste el término, pero ejercí diversas actividades dentro de la profesión (trabajé en televisión, revista, Internet, como agente de prensa y con comunicación corporativa), siempre escribiendo.

Un día decidí vivir en Argentina y sin darme cuenta era corresponsal. No de guerra pero aún así corresponsal. Sentí en la piel que lo que era ser un periodista multimedia y me di cuenta de que yo no era una periodista multimedia pero tendría que serlo para sobrevivir como corresponsal free-lance. Claro, porque uno muchas veces está acostumbrado a actuar en su nicho de mercado (revista, sitio, diario, televisión) y especializarse en eso.

Pero cuando sale de su país y está dispuesto a trabajar, se da cuenta de que está lejos, sólo y que tiene que crear su propio nicho en el mercado además de adaptarse a nuevas tecnologías y habilidades. Fue así que un día, en una charla informal en MSN con un ex-jefe, me pidieron que enviase en un plazo de 3 días una nota para el noticiero de un canal de aire de Brasil. Yo que siempre trabajé con un cuaderno, una birome, un grabador y una computadora tuve que asesorarme con amigos y, en tiempo record, redactar, presentar, producir y enviar el material por Internet. Así empezé a trabajar en la televisión y a entender un poquito más acerca de cámaras de video, de programas de edición, de formatos de archivo, de NTSC, PAL y FTP.

Ni hablar de la laptop, ítem esencial en la mochila del que se aventura a hacer periodismo fuera de casa. Sobretodo en mi caso, que escribía desde Argentina para Brasil. La razón es sencilla: además de necesitar mi computadora personal para irme a todos lados tuve que comprarla en Brasil para tener el teclado con todos los acentos en mi idioma. Ya que antes de la laptop tenía un archivo Word en mi escritorio con los acentos y los pegaba un por vez en cada palabra de mis textos. Un suplicio.

La laptop es apenas el primer aparato de muchos que están por venir. Claro, porque zafás sacando fotos para Internet con su camarita de viajes de 3.2 megapixels hasta que una revista te pide fotos, necesitás más resolución y querés comprar una cámara mejor. Así como la cámara de video, ya que a veces el corresponsal hace tantas notas por mes que vale más la pena invertir en ese equipo caro que alquilarla siempre.

Si el free-lance tiene una oficia en su casa el corresponsal free-lance tiene que tener una oficina portátil en la mochila. Mas allá de los equipos tiene que aprender otros oficios como el manejo de cámara, la fotografía, edición etc. para atender a la demanda de esos tiempos que camina con la globalización y la convergencia mediatica. Concordando o no con esa teoría uno tiene que adaptarse al periodismo del siglo XXI, no hay otra.

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